cuando los colores se opacan ante el resplandor del Impredecible, los pelos de mi cabeza se levantan orgullosos, presurosos por captar calor energético rico y natural; mis ojos entonces bailan con el viento que juega incanzable con todos los árboles del vecindario, brilla la alegría del niño ante la posibilidad de extender más que antes su experiencia y ejercitar su memoria.
cuando los colores son menos brillosos, mi cuerpo se dispone a presenciar algo que siempre es cautivador y jamás se repite, siempre único e igualmente significativo, la creación se dispone estructuralmente a cumplir su inminente condición cíclica: relajarse para poder acumular energía suficiente para jugar con vitalidad entera al día siguiente.
contemplad siempre todo atardecer,
caminad siempre con vuesto entorno,
cuidad bien vuestros recursos
y descansa, mañana siempre es bueno carcajear un rato